Lección 10.1: Cultura, aprendizaje e interacción

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La experiencia de la vida cotidiana nos enseña que en nuestros grupos familiares y comunidades, poseemos y compartimos un modo de vida: una manera de vivir y trabajar, de representar la realidad, de hablar y comunicarnos, de cultivar la tierra y educar a los hijos, de pensar, sentir y actuar; en otras palabras, compartimos una misma cultura.

Por el modo de vida somos diferentes y nos distinguimos de otros grupos, comunidades y regiones, porque a través de él adquirimos características propias que nos proporcionan identidad cultural y pertenencia social. Por ejemplo, por el modo de vida distinguimos la manera de ser de un andino y un caribeño, de un colombiano y un norteamericano. ¿Cuál es el modo de vida de su familia y de su comunidad? Identifique las características que le parezcan más importantes.

El modo de vida de una comunidad o de un pueblo es dinámico, cambia con el tiempo, con las formas de organización social y con los modos de transformación e interpretación de la realidad, es decir, cambia al ritmo de la historia. Por lo tanto, la historia está integrada a la vida real y a la acción concreta de los hombres, a su actividad cotidiana y a sus proyectos de vida; porque a través de la acción se construye la historia, se transforma la realidad y se crea cultura.

Tanto la historia como la cultura están determinadas por la forma como el hombre moldea su mundo, crea su propia realidad y produce los medios de vida para la conservación y supervivencia de la especie humana.

La producción no se puede reducir a una simple acción instrumental de reproducción física de la existencia; pues mediante la producción, el hombre también genera ideas, valores, comportamientos e instituciones; esto es, crea cultura.

De acuerdo con la explicación anterior, trate de elaborar un concepto de cultura. Si desea, ensaye sus ideas en hojas adicionales. Atrévase a pensar y responda por favor.

Ahora bien, con el propósito de que usted amplíe sus ideas, conozca otro enfoque y tenga más elementos de juicio sobre la cultura, a continuación lo invito a leer y analizar detenidamente un texto que sobre el particular ha escrito Jean Ladriere(19) en su libro El Reto de la Racionalidad:

Una cultura es la expresión de una particularidad histórica, de un punto de vista original e irreductible sobre el mundo, sobre la vida y la muerte, sobre el significado del hombre, sobre sus obligaciones, sus privilegios y sus límites; sobre lo que se debe hacer y se puede esperar. En y por su cultura el individuo entra de verdad en la dimensión propiamente humana de su vida, se eleva por encima y más allá del animal que hay en él. Su cultura le ofrece una forma de vida, por y en la que se configura su existencia individual y en cuyo contexto puede construirse su destino particular. Por lo tanto, la ventaja de esta forma de vida es primero y ante todo, que le proporciona un arraigo, que le sitúa en alguna parte, en un tiempo y en un lugar determinado; que le confía una cierta herencia, para lo mejor y para lo peor; le abre también, correlativamente, un cierto horizonte de posibilidades que son para él, su futuro concreto; en una palabra, que le ligan a una perspectiva particular, a un modo específico de entender y gozar el mundo.

¿Cómo le pareció el texto anterior? ¿Cuáles son las ideas centrales del autor? ¿Qué opiniones le merecen? Comente y discuta con sus compañeros… Regrese a la idea de cultura que usted escribió, compárela con la del autor y saque sus propias conclusiones.

El texto de Ladriere que hemos leído, nos sirve entre otras cosas, para comprender que una persona culta no es solamente la que sabe o conoce muchas cosas (erudito), ni quien puede predecir y dominar muchos fenómenos según las reglas del saber científico (investigador), sino quien posee una estructura personal y lucha por su humanización con un comportamiento ético, socialmente responsable.

En este sentido, la cultura incluye, además de los conocimientos, dos dimensiones especialmente significativas que tienen que ver con el mundo de los sentimientos que sustenta los valores y con el mundo de la sensibilidad social que fundamenta la expresión cultural.

La primera se refiere a la ética que está en la base del proceso de justificación y elaboración de las normas que regulan el comportamiento humano y sus finalidades.

La segunda corresponde a la estética que constituye el lugar de aparición de las formas de expresión y comunicación de un ámbito histórico – cultural determinado.

En síntesis, se puede afirmar que una cultura ofrece un arraigo y unos fines que le imprimen sentido, justificación y consagración a la acción humana.

Las formas estéticas y simbólicas facilitan la expresión y contribuyen a darle vida a la sensibilidad, al arraigo cultural y los valores éticos llevan consigo el deseo de una realización efectiva de la libertad y de la reconciliación universal, a partir de las condiciones concretas en que están insertas las personas y los grupos humanos.

Ahora nos podemos preguntar ¿qué tiene que ver la reflexión anterior con el aprendizaje y la interacción?

Seguramente usted ya ha comprendido que aprender no es solamente retener información, ni memorizar textos para repetirlos después. El aprendizaje implica un cambio en la manera de pensar, sentir y actuar; exige un cambio de actitud y mentalidad, un crecimiento personal y un desarrollo humano con autonomía y libertad. Igualmente, genera cambios en la persona.

Por otra parte, todo aprendizaje es el resultado de una interacción permanente, intencionada y consciente entre nuestro mundo interno y el mundo externo que nos rodea.

Debemos valorar el trabajo humano por encima del capital, de la tecnología mecánica y del precio de las máquinas. Esta valoración depende de nosotros mismos, en la medida en que contribuyamos a la creación de una cultura para el trabajo productivo, para el mejoramiento de nuestra comunicación e interacción con los demás y de nuestras actitudes en función de la comunidad.

Si las condiciones anteriores no se dan, el trabajo se convierte en una carga o castigo para el trabajador, en un medio de explotación y en una forma para sentirse extraño ante sí mismo y ante los demás; es decir, para sentirse alienado o enajenado.

Analizando el proceso del trabajo, abordaremos ahora el proceso del lenguaje, que corresponda a la acción simbólica por medio de la cual el hombre participa de la tradición y de la creación cultural.

¿Qué experiencia de aprendizaje ha obtenido usted con la utilización del lenguaje en su vida cotidiana? Identifique tres experiencias relacionadas con el papel del lenguaje en su propia formación. Por favor responda:

La primera experiencia en relación con el lenguaje, es que éste es un medio de comunicación e interacción entre las personas y de mediación entre el pensamiento y la realidad. A través de él, el hombre se inserta en la tradición cultural e histórica de la humanidad, en forma dinámica, útil y práctica. Lo práctico significa aquí pertenencia social e identidad cultural.

Para representar e interpretar la realidad, el hombre crea un mundo simbólico, conformado por un sistema de signos y símbolos con significados aceptados intersubjetivamente (entre sujetos), los cuales facilitan la interacción verbal y el aprendizaje activo, según las formas del lenguaje y las reglas de la lengua utilizada.

Al mismo tiempo, con la evolución del lenguaje el hombre desarrolla la capacidad mental e intelectual relacionada con los procesos de asimilación y transferencia de información, así como los procesos de análisis y síntesis, abstracción y generalización. La utilización adecuada del lenguaje contribuye a la comprensión no solamente de textos escritos, sino al entendimiento mutuo y al reconocimiento recíproco entre las personas, lo cual fundamenta la convivencia práctica, el comportamiento ético y la conciencia social.

El lenguaje es un modo de relacionarnos con el mundo, de buscar y buscarnos, de encontrar y encontrarnos. En efecto, con el lenguaje el hombre distingue y nombra las cosas, se reconoce a sí mismo y reconoce aquello que distingue; además, se reconoce como sujeto perteneciente a una cultura y puede proponerse y asumir responsablemente tareas históricas y transformadoras de la realidad.

Por tales razones, el lenguaje es un espacio de reconocimiento y reconciliación de las conciencias (Habermas, 1979).

Lo anterior puede interpretarse en términos de que los sentimientos, los pensamientos y los deseos o imágenes de la persona están mediados por las reglas del lenguaje y que la identidad del sujeto varía de acuerdo con las reglas de juego o el acto de habla que se realice (Orozco L. E. 1990).

La acción comunicativa adquiere razón de ser como fuerza del discurso cuando fundamenta acuerdos y consensos mutuos, libres de opresión y cuando dinamiza la búsqueda de la comprensión, de la verdad, del reconocimiento recíproco, de la sinceridad y rectitud entre los interlocutores. (Habermas, 1987).

El lenguaje escrito fortalece y dinamiza la acción comunicativa del discurso, porque su utilización amplía la posibilidad de acumular aquello que se indaga y se acuerda; es decir, de dejar constancia de las obras y de las relaciones e interacciones sociales que se desarrollan.
No obstante los aspectos positivos del lenguaje antes anotados, se debe reconocer que el comportamiento lingüístico carente de ética puede convertirse en un medio de manipulación y engaño a las personas.

Una vez estudiado el valor e importancia del lenguaje en el aprendizaje y la interacción, es necesario que contraste las ideas planteadas anteriormente, con la respuesta que usted escribió sobre las experiencias logradas mediante el uso del lenguaje, para que amplíe y consolide sus propias conclusiones. No olvide registrar por escrito sus reflexiones y las de su grupo de trabajo que deben estar incluidas en el portafolio.

La sociedad está conformada por una trama de relaciones e interacciones sociales que los hombres establecen en las prácticas económicas, políticas y culturales, para satisfacer el sistema histórico de necesidades fundamentales. A través de las prácticas sociales, el hombre no sólo crea cultura, sino que construye su propia historia. En efecto, la historia comienza a articularse en la relación primaria del hombre con la naturaleza. Mediante el trabajo asociado y la acción técnica e instrumental.

Los hechos y acontecimientos de la actividad humana encierran una relación natural y una relación social. La relación natural está determinada por la interacción hombre -naturaleza, con el trabajo y la relación social por la interacción hombre - hombre, con el lenguaje. En esta interacción el hombre reproduce y conserva la especie humana y se organiza socialmente, dando origen a la institución familiar como expresión originaria de parentesco y relación social.

Seguramente usted ha comprendido el significado de la interacción social como una forma de vivir, de desarrollar la conciencia y de expresar el sentido de la historia. La interacción está presente en los procesos formativos del hombre como individuo y como especie y se manifiesta de manera empírica (por la experiencia) en la formación de los sistemas sociales (de cada país y comunidad humana).

La interacción social descansa en la relación humana de mutuo reconocimiento y de acción recíproca presente en todos los procesos de intercambio que el hombre realiza; pues el hombre además de luchar por la supervivencia, lucha también por su reconocimiento. En la interacción el hombre adquiere identidad, se reconoce como ser social e interdependiente de los demás y logra así su desarrollo integral. El hombre solamente se constituye y se auto construye como persona al interior de un nosotros; es decir, en comunidad, en interacción. Por ello, la interacción es un nuevo nombre de la historia.

La auténtica comunidad es garantía de verdadera libertad personal, entendida como libertad de asociación, de plena realización de valores y de eticidad social. En ella se superan los mecanismos institucionales, autoritarios o mercantilistas con lo cuales se pretende convertir muchas veces la interacción en humillante dominación.

En la interacción social el hombre reconoce al otro como otro yo, y al mismo tiempo es reconocido como tal. En este mutuo reconocimiento se genera el proceso de socialización, entendido como la posibilidad de mediación entre lo particular y lo universal a través de una relación ética.
La relación ética la explica Hegel, utilizando como ejemplo la relación que establecen los amantes: en el amor permanece todavía lo separado, pero ya no como separado sino como uno, y lo viviente, siente lo viviente. Hegel explica el amor como el conocer que se conoce en el otro. De esta unión de los distintos resulta un saber, pues: cada uno asimila al otro precisamente en lo que se opone de él. Su distinguirse del otro es por tanto un igualarse al otro... (Citado por Habermas, 1986).

La cita anterior, se puede interpretar de varias maneras. Una, consiste en que mi identidad personal solamente la puedo adquirir mediante la relación con los demás (ínter subjetividad). Otra, es que a través de las diferencias personales nos podemos complementar recíprocamente (complementariedad). Del mismo modo, podemos comprender que la relación dialógica y amorosa nos acerca mutuamente y nos permite reconciliarnos cuando tenemos conflictos y contradicciones. En esta relación, nos podemos emancipar de la opresión y superar el riesgo de la masificación, la alineación y la dominación.

Solamente a partir de la interacción comprensiva de las condiciones personales, sociales y culturales entre los interlocutores, es posible reconocer el interés emancipatorio de la interacción social y crear el espacio propicio para el ejercicio de la libertad y el ámbito de eticidad indispensable para obtener la libertad.

El ámbito de eticidad para el ejercicio de la libertad, le imprime un carácter formativo a la interacción social y se realiza en las diferentes formas asociativas e instituciones sociales a las cuales pertenecemos tales como: la familia y la comunidad local, la empresa y el sindicato, la escuela y la universidad.

demás, ya analizamos que la cultura es la forma como el hombre moldea su mundo y crea su realidad. Entonces, regresemos a la segunda pregunta con la cual iniciamos esta lectura: ¿cómo y a través de qué el hombre crea cultura?
Para abordar este interrogante retomemos una idea inicial: a través de la acción el hombre crea cultura y mediante esta acción él establece su primera relación y experiencia con la realidad y con el mundo.

La acción adquiere diferentes formas, según la naturaleza y finalidad de la actividad que se realice y el tipo de relación que se establezca entre el sujeto y el objeto. Por ejemplo, existe una acción instrumental de carácter técnico, mediante la cual el hombre transforma una materia prima en un bien económico para satisfacer una necesidad; así el carpintero transforma la madera en una mesa. Esta acción es típica del proceso fundamental del trabajo, mediante el cual el hombre se relaciona con la naturaleza a través de las herramientas e instrumentos, para realizar la producción física.

Otra acción importante es la estratégica, la cual responde a reglas de cooperación o de ayuda mutua para realizar los procesos de trabajo como actividad del hombre social. Sin embargo, esta acción estratégica puede resultar contraria al carácter social del trabajo y convertirse en competencia mal entendida, para generar conflictos, explotar o segregar a los demás debido a las ambiciones personales y a las actitudes egoístas.

Del mismo modo y dentro de la finalidad de la producción de bienes para la subsistencia humana, se considera como algo esencial la acción comunicativa, la cual responde a normas reconocidas entre los sujetos (relación ínter subjetiva), para realizar la distribución de los bienes a partir del reconocimiento mutuo y de la relación recíproca de intereses (Habermas, 1975).

Las tres formas de acción mencionadas anteriormente se realizan en forma articulada; se integran y complementan mutuamente en los procesos económicos de producción y distribución de bienes. Mediante tales procesos el hombre produce además ideas y valores, comportamientos e instituciones, es decir, genera cultura y simultáneamente construye la historia.

El desarrollo integrado de la acción instrumental, la estratégica y la comunicativa, tiene sentido en la medida en que contribuye a la producción y reproducción de la existencia humana, mediante la creación de condiciones dignas de vida.

Las formas de acción se van conformando en prácticas sociales tales como: la económica, la política y la ideológico - cultural, y sólo con la generación y reconocimiento de errores surge la reflexión sobre estas prácticas, para dar lugar a la praxis (acción + reflexión + acción).

La praxis implica procesos históricos de acción reflexiva y de transformación recíproca entre el sujeto y el objeto. Esta se perfecciona en virtud de una nueva reflexión y de la integración entre la transformación y la interpretación de la realidad. A partir de la reflexión sobre la praxis surge la teoría con cierta autonomía. La praxis toma forma a través de la historia y ésta se entreteje al interior de la praxis (Orozco, L.E., 1988).

Por lo tanto, existe una íntima relación social y dinámica entre acción, praxis e historia. En el devenir de esta relación social, así como de la educación y de la cultura, el hombre adquiere conciencia de su identidad como sujeto de interacción con las demás conciencias y con el mundo exterior.

Por otra parte, cada una de las diferentes formas de acción tiene relación con los procesos fundamentales constitutivos de la cultura: la acción instrumental con el trabajo, la acción simbólica con el lenguaje y la acción comunicativa con la interacción social, los cuales forman un todo articulado y dinámico.

Por medio del trabajo el hombre interactúa física y socialmente con la naturaleza, la transforma y se transforma a sí mismo. Además obtiene de ella materias primas y recursos para producir bienes, satisfacer necesidades y, a la vez, desarrollar sus capacidades y potencialidades. Por ejemplo, desarrolla la iniciativa, la creatividad, el entendimiento y la conciencia social, dándose cuenta de que él hace parte de la naturaleza y que se puede liberar de las fuerzas hostiles que en ella existen, sin destruirla. Mediante el trabajo socialmente organizado el hombre produce las condiciones materiales y espirituales de su propia existencia, tal como se ha reiterado a lo largo de estas reflexiones.

A través del trabajo el hombre utiliza la naturaleza y crea su lugar de habitación (habitat); la pone a su servicio y las trasciende; expresa su libertad y afirma su personalidad, como sujeto activo frente a las cosas para disfrutarlas, compartirlas y administrarlas racionalmente dentro de una ética y estética ambiental.

Si el hombre interactúa responsablemente con la naturaleza contribuye a mejorar la calidad de la existencia humana y a eliminar los signos de muerte natural y social, siempre y cuando integre éticamente lo material, lo vital y lo espiritual.

Cuando el hombre interactúa e interioriza la naturaleza, también interactúa con los demás hombres y con su comunidad; descubre los secretos que en ella existen y desarrolla habilidades y destrezas; adquiere conocimientos y genera normas de comportamiento, actitudes y valores; es decir, moldea su propia realidad, crea la historia y genera cultura.

Entre cultura y trabajo existe una íntima correlación dinámica. Por medio del trabajo el hombre crea un ethos; es decir, una manera particular de comportarse y moldear la realidad, de autoevaluar su presencia histórica y reafirmar su identidad personal. Para que ésta exista, se requiere un mínimo de autoestima, de autovaloración, de reconocimiento mutuo y de encuentro del yo con el otro. Así se desarrolla la cultura como un conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a los grupos sociales. Tales rasgos se manifiestan en las formas de representar la realidad, en los valores que rigen el comportamiento y en las maneras de expresar la afectividad y la sensibilidad social.
El trabajo además, le permite al hombre multiplicar el patrimonio y la riqueza social de la comunidad, unir las voluntades, aproximar los espíritus y afianzar la fraternidad, la cooperación y la solidaridad.

Para que el trabajo contribuya al proceso de personalización y emancipación del hombre, debe realizarse en condiciones humanas, técnicas y sociales apropiadas a la dignidad de la persona y al desarrollo de la comunidad, de tal manera que responda a la satisfacción de las necesidades fundamentales, sin destruir la naturaleza y sin deteriorar los valores humanos.

 

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19 Ladriere Jean. El reto de la racionalidad. 1978, p. 15 y 16.