Lección 18: Introducción al Lenguaje.
Versión inicial (2008) Claudia A. Paredes.
En La historia evolutiva, el lenguaje surgió al mismo tiempo que el pensamiento en el proceso de la labor social. En el curso del desarrollo histórico- social de la humanidad se desarrollo como unidad del pensamiento. Sin embargo el lenguaje va más allá de los límites de la mera vinculación al pensamiento. El lenguaje se halla en relación con la conciencia como un todo.
El lenguaje se incorpora a las relaciones practicas reales a la común actividad de los hombres, penetra en la conciencia del hombre a través de la comunicación, por ello decimos que el lenguaje no refleja al objeto fuera de las relaciones humanas y no puede servir de medio para el trato espiritual entre los seres humanos independientemente de las relaciones practicas reales con respecto a los objetos de la realidad.
El lenguaje, la palabra, no es un signo convencional; su significación no esta fuera de ella misma. Tanto la palabra como el lenguaje poseen un contenido semántico, es decir, sentido y con ello una significación.
La palabra nace en el trato inter humano y sirve a este. Debido a la comunicación, la función cognoscitiva se convierte en función específica de la designación. El carácter social y significativo de lenguaje están inseparablemente vinculados entre si.
Es bueno analizar que cuando hablamos, el lenguaje se convierte en vehículo del pensamiento y nos permite expresar nuestras propias ideas. Asimismo, cuando pensamos, utilizamos el lenguaje, aunque sea internamente. Es como si efectuáramos una traducción simultánea de una a otra función; esto puede ser posible porque ambas funciones comparten un mismo código lingüístico.
El lenguaje es crítico para el desarrollo cognoscitivo. El lenguaje proporciona un medio para expresar ideas, da las categorías y los conceptos para el pensamiento.
¿Cómo aprendemos el lenguaje?
Es probable que se involucren factores biológicos y asociados con la experiencia, desempeñen una función en el desarrollo del lenguaje. Los niños desarrollan el lenguaje conforme desarrollan otras habilidades cognoscitivas al intentar dar sentido a o que oyen, así como al buscar patrones y crear reglas a fin de armar el rompecabezas lingüístico. En este proceso, las tendencias y reglas incluidas limitan la búsqueda y guían el reconocimiento de patrones. La recompensa y corrección ayudan a prender a corregir la utilización de lenguaje, de igual manera el pensamiento y la creatividad del niño para unir las partes de este sistema.
Antes de aprender a hablar el niño se comunica por medio del llanto, la risa y los movimientos del cuerpo. Al cabo de un año aproximadamente pronuncian su primera palabra. Las primeras palabras: lentamente el niño aumenta su vocabulario, ya para los 20 meses el vocabulario incluye 50 palabras.
En esta etapa una palabra puede servir para comunicar una variedad de ideas por ejemplo: mamá podría significar el llamado a la madre, pero también la puede usar cuando tiene hambre, salir, etc. Cuando se utilizan palabras solas de esta manera se llaman Holofrases., ya que expresan frases completas o ideas complicadas. Otra característica es la sobre extensión: los niños pueden emplear una palabra para cubrir una variedad de conceptos.
Por ejemplo emplear la palabra pollo para nombrar todas las aves. Los primeros enunciados: a los 18 meses los niños empiezan la etapa de las dos palabras (perro feo), comienzan a asociar palabras. Esta es el habla telegráfica, se eliminan los detalles que no son esenciales y se incluyen las palabras en las que recae la mayor parte del significado. Durante los años de prescolar los niños aprenden nuevas palabras duplicando su vocabulario más o menos cada seis meses de 200 a 2000 palabras, su lenguaje es bastante egocéntrico, hablan consigo mismo mientras trabajan, tienen significados especiales para las palabras. A los 5 o 6 años la mayoría de los niños domina los aspectos básicos de su idioma materno.
Relación entre lenguaje y pensamiento
La existencia de una estrecha relación entre pensamiento y lenguaje es un hecho fuera de discusión. Basta, para darnos cuenta de ello, tener presente algunas de las actividades que realizamos cotidianamente y que ponen de manifiesto dicha conexión. Así, cuando hablamos, el lenguaje se convierte, en cierta forma, en vehículo del pensamiento y nos permite expresar nuestras propias ideas. Asimismo, cuando pensamos, utilizamos el lenguaje, si bien internamente. Es como si realizásemos una traducción simultánea de una a otra función; esto puede tener lugar porque ambas comparten un mismo código lingüístico.
Que el pensamiento y el lenguaje están íntimamente relacionados es, pues, algo innegable. Ahora bien, el acuerdo no es unánime en lo que se refiere al tipo de relación establecida entre ellos. Mientras algunos autores sostienen que el pensamiento constituye el soporte del lenguaje, otros adoptan el criterio opuesto y defienden que es el lenguaje el que determina el pensamiento. Por último, existe una tercera postura según la cual ambos, si bien están relacionados, poseen raíces diferentes.
La primera de las posibilidades apuntadas es defendida por Piaget, quien postula que el pensamiento es anterior al lenguaje, y que el desarrollo de este se encuentra determinado por aquel. Esto explica el hecho de que los niños, cuando están aprendiendo a hablar, no comprenden ciertas expresiones verbales que contienen conceptos aún desconocidos para ellos. Así, el pequeño no entenderá la orden <ponte debajo de la mesa» (a no ser que acompañemos nuestras palabras con un gesto que le indique dónde debe situarse, si todavía no tiene el concepto de encima-debajo, ni tampoco podrá utilizarse la palabra de forma correcta, ya que no conoce su significado.
Un representante más notable de la segunda postura es Benjamin Lee Whorf, cuya teoría se conoce con el término del relativismo lingüístico, este autor establece dos hipótesis fundamentales: en primer lugar, postula que los niveles superiores del pensamiento dependen del lenguaje, y en segundo lugar, afirma que la estructura del lenguaje que utilizamos cotidianamente influye en la forma en que el individuo comprende el medio que le rodea.
A esta conclusión llegó después de estudiar con gran detalle distintas lenguas y comparar las diferentes concepciones del mundo que representaban. Así, por ejemplo, observo que los indios hopo poseen muchas mas palabras que las lenguas occidentales para denominar colores o tipos de nieve, que no utilizan conceptos cardinales de tiempo y espacio, y que en el aspecto gramatical no distinguen entre presente, pasado y futuro.
Todo ello llevo a Whorf a postular la imposibilidad de traducir de una lengua a otra ya que cada idioma conforma en sus hablantes una estructura de pensamiento y una determinada concepción del mundo, que impiden buscar equivalentes lingüísticos apropiados.
Por su parte, Vigotsky formuló una nueva teoría en torno a la relación entre pensamiento y lenguaje. Según psicólogo soviético, estas dos funciones psíquicas superiores tienen raíces diferentes y en su desarrollo ontogenético discurren por caminos paralelos hasta llegar a un determinado momento en que confluyen, para separarse de nuevo más tarde. Hasta los dos años, el pensamiento del niño opera sin la ayuda del lenguaje; v buena prueba de ello es que puede resolver algunos problemas prácticos que se presentan, como, por ejemplo, alcanzar un objeto que se halla fuera de su alcance. Asimismo, empieza a utilizar ciertos sonidos y palabras elementales, tras las cuales no existe una idea, y cuyo fin estriba en establecer contacto afectivo con las personas que le rodean. Esta situación se mantiene hasta los dos años, momento en que ambas líneas de desarrollo se unen y, en palabras de Vygotsky, «el pensamiento se vuelve verbal y el habla racional».
En este periodo, que se alarga aproximadamente hasta los siete años, el lenguaje tiene una doble función: por una parte dirige el pensamiento interno, y por otra sirve para comunicar a otras personas el contenido de dicho pensamiento. Ahora bien. como el niño no distingue entre el habla interna y externa, es frecuente que cuando esté realizando alguna acción vaya enumerando en voz alta los movimientos que a cada paso va realizando.
Este habla, llamada egocéntrica, no va dirigida a nadie, pero le resulta muy útil porque sirve de guía a su pensamiento. Frases como «ahora pongo este cubo rojo encima del azul», emitidas con gran frecuencia por los niños en sus juegos, constituyen una muestra de dicho fenómeno. A partir de los siete años, se internaliza el habla egocéntrica y el niño sólo utilizará el habla externa de forma intencionada para comunicar a los demás su pensamiento.
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