Lección 15: Introducción a la Motivación.

 

 

 

Versión inicial (2008) Claudia A. Paredes.

 

El término motivación alude a aquellos procesos internos del sujeto que le incitan a la acción. Una vez rechazados los instintos como factor determinante de la ejecución de la conducta, la psicología ha buscado otras variables que puedan explicar el carácter dinámico del comportamiento humano. 

En la actualidad existen diversas teorías de los procesos motivacionales, cada una de las cuales hace hincapié sobre unos factores u otros, según su concepción global de la vida psíquica del hombre. A continuación vamos a exponer algunas de las teorías elaboradas a este respecto. 

Teoría homeostática 

El término «homeostasis» hace referencia a la tendencia general que existe en el organismo a mantener constante el medio interno, es decir, a restablecer el equilibrio interno tantas veces como éste es alterado. Este concepto, que proviene de la física, se halla en la base de esta teoría, que entiende la motivación como un mecanismo tendente a la homeostasis. La pérdida del equilibrio puede deberse a la acción ejercida por estímulos externos o internos al organismo, creándose en éste un estado de necesidad que pone en marcha los mecanismos adecuados para conseguir la homeostasis. 

Una estimulación excesiva o defectuosa (deprivación) genera malestar, y como consecuencia surge en el organismo un impulso, que le mueve a la acción. La forma de restablecer la homeostasis perdida está dirigida por las disposiciones, que actúan como variables reguladoras. 

En todo este proceso pueden distinguirse dos componentes: uno energético, que incita a realizar una conducta, y otro direccional, que orienta dicha conducta hacia la consecución de unas metas. 

La deprivación alimenticia, por ejemplo, provoca un estado de necesidad que impulsa al organismo a obtener comida: la conducta de comer sería el aspecto energético, en tanto que la forma concreta de realizar dicha acción constituiría el aspecto direccional. 

Las disposiciones o tendencias a actuar de una manera determinada pueden ser adquiridas (hábito), cuando ha habido un aprendizaje, o innatas (instinto) en el caso de que no exista una experiencia previa. La acción conjunta del aspecto energético y el direccional lleva al organismo a realizar una actividad específica que tiene un valor gratificante, en tanto que suprime un estado de necesidad. 

La teoría psicoanalítica 

Freud parte de una concepción homeostática a la hora de explicar el funcionamiento del aparato psíquico del ser humano. La tendencia básica que guía al organismo es la de reducir el exceso de tensión y conseguir de esta manera un equilibrio. 

En Los instintos y sus vicisitudes (1915) Freud distingue entre los instintos y las pulsiones, y afirma que estas últimas constituyen las principales fuentes de motivación de la conducta. La pulsión es un impulso o empuje (componente energético) que hace que el individuo tienda a un fin, según Freud, la pulsión se caracteriza por: 

1. Su ímpetu o energía, que actúa como fuerza motriz e impulsa al organismo a realizar una actividad que tienda a la satisfacción. 

2. Su fuente u origen interno, somático, del cual proviene toda excitación. 

3. Su objeto o instrumento, mediante el cual se obtiene la satisfacción. Este es el elemento más variable de la pulsión, y puede ser tanto una persona como un objeto real o, incluso, fantasma tico. En su origen, el objeto no está ligado a la pulsión, sino que su vinculación se debe su capacidad para conducir a la satisfacción. 

4. Su fin, que consiste en la reducción o supresión de la tensión interna que padece el organismo. La finalidad pulsional es univoca, ya que en todos los casos busca la satisfacción. 

El instinto constituye un esquema establecido por herencia, con un objeto y una finalidad determinada, la pulsión no está fijada por herencia y su objeto y finalidad se hallan indeterminados. 

En la elaboración de la teoría de las pulsiones se distinguen dos momentos. Hasta 1920 Freud mantuvo la existencia de dos pulsiones: los impulsos sexuales y los impulsos del Yo. A partir de esta fecha y en su libro Más allá del principio del placer, establece un nuevo dualismo: pulsiones de vida y pulsiones de muerte. 

Las primeras tienden a construir y mantener las unidades vitales, tratando de mantener su unidad y su existencia, mientras que, por el contrario, las pulsiones de muerte tienden a llevar al organismo al estado inorgánico, y su finalidad es la desunión y la destrucción. 

Primariamente, la pulsión de muerte se dirige hacia el interior, en un proceso autodestructivo, cuya proyección sobre los objetos exteriores produce las tendencias destructivas y agresivas. Freud explica el masoquismo, el sadismo, el odio y la agresividad a partir de esta pulsión, si bien otros autores psicoanalíticos no llegan a aceptar su existencia. 

Teoría del incentivo

Este modelo explicativo ha sido desarrollado por Spence; según este autor, el hombre realiza una conducta porque con ella va a obtener un resultado placentero, o, dicho de otro modo, porque la consecución o logro del objetivo de la conducta actúa como un incentivo. Este es un motivo que atrae al sujeto y le incita a la acción; ahora bien, para que un estímulo externo posea este valor incentivante es preciso que el sujeto lo experimente como tal. Por tanto, en virtud de su experiencia afectiva, cada persona hace una valoración de lo que le rodea y dota a ese entorno de una valencia positiva o negativa. 

Tipos de motivos

Tradicionalmente se clasifican los motivos en primarios y secundarios. En el primer apartado se incluyen aquellos motivos de naturaleza fisiológica, que no se deben al aprendizaje y que se observan en todos los miembros de la especie humana. Por lo que se refiere a los motivos secundarios, también denominados sociales, es preciso señalar su carácter psicogénico y el hecho de que su adquisición se lleva a cabo mediante aprendizaje. 

Se han elaborado largas listas de posibles necesidades primarias. Murrav, por ejemplo, llegó a señalar hasta 84 motivos diferentes. Por su parte, Madsen los reduce a nueve (hambre, sed, temperatura, evitación del dolor, necesidades sexuales, necesidades de oxígeno, descanso y sueño, actividad y crianza).  

Según Maslow, los motivos primarios constituyen la base de los secundarios, estos sólo operan una vez satisfechos los anteriores. Por su parte, Allport ha puesto de relieve la autonomía funcional de los motivos sociales, en el sentido de que no están supeditados a los primarios v pueden incluso operar en contra de los motivos biológicos, como sucede en el caso del suicidio. 

Los motivos sociales más comúnmente aceptados son los siguientes: el contacto social, la motivación de logro o de realización, el prestigio y la posesión.  Otros factores que influyen en el comportamiento motivado de la persona están constituidos por el nivel de las aspiraciones y por las actitudes e intereses. 

En virtud del primero de ellos, el sujeto se marca unos objetivos, v se crea así unas expectativas respecto al cumplimiento de una tarea determinada. Por su parte, las actitudes resultan de la conjunción de sentimientos (respuesta emocional) y creencias (respuesta cognitiva). Se adquieren por medio del aprendizaje v se manifiestan bajo la forma de tendencias positivas o negativas hacia el mundo que nos rodea. 

Frustración y conflicto 

La frustración es la situación psíquica en que se encuentra un sujeto que se ve privado y se priva a sí mismo de la satisfacción de una necesidad pulsional.  El objeto o escollo que se interpone en la satisfacción de una necesidad puede ser de índole interna o externa al sujeto. En otras situaciones el obstáculo tiene un origen externo, como ocurre cuando un sujeto sediento no encuentra cómo saciar su sed. 

La frustración, sin embargo, no sólo se produce debido a la existencia de un obstáculo que impide satisfacer una necesidad, sino que puede también tener su origen en un conflicto. Este se define como la situación psíquica en que se encuentra un sujeto cuando en su interior coexisten al mismo tiempo dos tendencias. Exigencias o deseos de signo opuesto. Lewin estudió en profundidad la frustración por conflicto y enumeró cuatro posibles variantes: 

Conflicto por atracción-atracción. Se produce cuando el individuo ha de elegir entre dos objetivos que le interesan o agradan por igual.  

Conflicto por repulsión-repulsión. Esta situación se plantea en aquellos casos en que nos enfrentamos a dos objetivos que nos resultan desagradables y debemos optar por uno de ellos. 

Conflicto por atracción-repulsión. Este caso tiene lugar cuando el mismo objeto posee para el individuo una valencia positiva y otra negativa, es decir, hay en él aspectos que le agradan y otros que le desagradan. Supongamos, por ejemplo, que queremos comprar un determinado modelo de coche pero su precio resulta demasiado elevado para nuestras posibilidades económicas. 

Doble conflicto de atracción-repulsión. Esta situación es la más compleja y la que se da con mayor frecuencia en la vida cotidiana. Se produce cuando debemos optar entre varios objetos y éstos contienen a su vez elementos positivos y negativos.

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